De Madrid a Lisboa

El primero de muchos viajes en bicicleta

Abril de 2017
Recta

Casi 800 kms que completar en 8 días nos separaban de nuestra meta por algunas de las tierras más despobladas y bonitas de la península Ibérica.

Adiós ciudad

Túnel via verde Guadarrama

La salida de Madrid la hicimos a través de la ruta Trans-Gredos y fue mucho mejor de lo que esperábamos. No cogimos prácticamente nada de carretera hasta San Martín de Valdeiglesias, nuestra primera meta. El camino transcurrió por varias vías verdes…

…pasando por el Curso Medio del Guadarrama, donde avistábamos ya la sierra.

Dejamos atrás San Martín antes de que se nos hiciese de noche y dormimos ya en provincia de Ávila. Estábamos definitivamente fuera de Madrid.

Hola campo

El segundo día fue sin duda de los mejores. La mayor parte del trayecto transcurrió por carreteras sin tráfico, o por la Cañada Real Leonesa.

Nuestro camino desapareció, dos horas perdidos hasta que encontramos un sitio por donde cruzar el Tiétar…

… para pegarnos una carrera antes del anochecer hasta nuestro siguiente destino, Candeleda, por una carretera muy bonita y vacía (que agradecimos mucho después de todo el día sin asfalto).

Porque no tenéis mala pinta

El tercer día cogimos una carretera que transcurría a lo largo de un canal que salía desde el embalse de Rosarito.

Este canal sirve para regar todas las plantaciones de tabaco con las que convivimos ese día. La carretera está construida para que los camiones recojan todo el tabaco una vez seco, y no está abierta al tráfico. Así que tuvimos un largo día con más de 75 kms sin cruzarnos con nadie, ni nada. Sólo los mismos secaderos de tabaco una y otra vez, que nos daban la sensación de no avanzar.

Ese día el sol era abrasador y nos refugiábamos en las pocas sombras que encontrábamos.

La carretera acabó en el pueblo de Valdeíñigos, ya en Extremadura, donde “por no tener mala pinta” (frase que escucharíamos más veces en la región) nos acogieron encantados, nos dejaron un sitio donde poner las tiendas y nos dieron todo lo que necesitamos.

Tierra de águilas y buitres

Al día siguiente nos enamoramos definitivamente de Extremadura. Por la mañana cruzamos el impresionante Parque Nacional de Monfragüe, donde además nos invitaron a desayunar. El río que nos había acompañado hasta ahora, el Tiétar, iba a alimentar a nuestro nuevo compañero de viaje, el Tajo, en un paisaje majestuoso.

Los dueños de este lugar eran las aves, águilas y buitres, y los corzos que en varias ocasiones corrieron a nuestro lado. El sol también nos acompañaba.

Iros pa Lisboa

Pasado Monfragüe y hasta la Sierra de San Pedro el paisaje cambiaría poco. La bella y monótona dehesa deshabitada nos acompañaba kilómetros y kilómetros

La gente de los pueblos, que nos dejaban sitio dormir -de nuevo “porque no teníamos mala pinta”- nos repetían una y otra vez:

– Iros pa Lisboa, que aquí no hay nada

Pues no era así. Encontrábamos pueblos preciosos…

…paisajes desiertos…

… y atardeceres encima de la bici, buscando dónde pasar la noche.

Pueblos de frontera

Para llegar a Portugal nos haría falta pasar la Sierra de San Pedro, con rampas que ya no nos costaba subir, después de tantos días a dos ruedas…

La frontera la pasamos por una aldea con casas Españolas y casas Portuguesas, apartados de la nacional y el tráfico…

…y ya en Portugal nos tocó atravesar otra sierra: la de San Mamede.

El país de los locos al volante

Los días siguientes en la bici se volvieron un infierno. No habíamos preparado bien la ruta y las carreteras, mal asfaltadas, sin arcén, y con unos absolutos desquiciados al volante, se volvieron un suplicio. Nos tocó saltar a la cuneta en más de una ocasión, para evitar ser atropellados por camiones que decidían que ellos no tenían por qué apartarse.

A pesar de ello, disfrutamos conociendo a gente estupenda, visitando ciudades y pueblos donde la policía nos dejaba dormir en las plazas con mejores vistas, …

… refrescándonos en el agua…

… y disfrutando de las últimas noches despertándonos al aire libre.

Todavía no estamos en Lisboa

El último día, nos levantamos ansiosos de llegar a nuestro destino y con ganas de salir de estas carreteras de psicópatas. El paisaje además no ayudaba y la cercanía a Lisboa se notaba. Es por ello que ese día hicimos 110 kms en una mañana, cuando normalmente nos llevaba un día entero.

Nos volvimos a encontrar con nuestro amigo el Tajo y lo cruzamos después de mucho tiempo, había crecido considerablemente desde la última vez. Creíamos haber llegado ya a Lisboa pero no era así: nos quedaban aún muchos kilómetros de periferia con una carretera nacional llena de humo. Y cuando ya estábamos realmente cerca, cuando estábamos saboreando la llegada, el último pinchazo. Eso fue tener mala suerte.

Pero después de cambiar la cámara despedimos nuestros días en la bicicleta, pues tras ocho días, 800 kilómetros, problemas técnicos de todo tipo resueltos siempre con bridas, ninguna ducha, mucha pasta y mucho arroz habíamos llegado a las puertas de Lisboa.

Subimos una de las cuestas vertiginosas de la ciudad, y a pesar de estar cargados, seguro hubiésemos adelantado a los tranvías. Llegados a un mirador, bien en lo alto, pudimos contemplar la maravillosa ciudad que teníamos delante y celebrar el esfuerzo que habíamos hecho.

¡Lo habíamos conseguido!

Artículo escrito por Juan.